lunes, 8 de agosto de 2011

EL RETO DEL REGALO DE LOS HIJOS


Iniciamos hoy la sección de Relatos de nuestro blog. En ella damos la palabra a algunos colaboradores que han tenido la gentileza de contarnos sus experiencias con un toque de humor. 

Y que mejor comienzo que un nacimiento. Nos llega hoy una crónica, desde el punto de vista paterno, de un feliz acontecimiento que cambia la vida de una familia desde el mismo día de la llegada del nuevo miembro. Un relato fresco, en el que muchos nos hemos visto reflejados al ser padres primerizos.


EL RETO DEL REGALO DE LOS HIJOS 
Quienes han tenido la fortuna de tener en la vida el regalo de los hijos me entenderán, y los que no, esperemos que al leer este capítulo no desistan de ello, pues es nuestra mayor apuesta por el futuro.
 “¡Mira que guapo es mi hijo!”, es lo que pensamos todos en cuanto vemos por primera vez a nuestro retoño. A pesar de la confusión del momento, parafernalias hospitalarias, chanzas familiares y demás no hay quien nos convenza de lo contrario, nadie lo hace aunque lo piense, pero si alguien se atreviera a contradecirnos, quedaría desterrado de nuestras vidas de forma fulminante y si está a nuestro alcance, con orden de alejamiento, querella por injurias y ofensa al honor familiar, porque por “poco guapo” que sea, es nuestro precioso niño.
Una vez asumida por la familia y amigos la divinidad del primogénito, pasamos a la siguiente fase, la de los parecidos. 

Tenemos situaciones para todos los gustos, desde el amigo o familiar que seguramente trabaja como agente del CNI por sus dotes de observación y se ha dado cuenta de que tu infante se parece al abuelo Raimundo por la forma tan peculiar del dedo meñique del pié derecho, hasta el sincero de la tribu con el “pues yo no le saco parecido a nadie”, (éste por cierto, podría ser perfectamente un comentario del que suscribe, más por lo original, que por lo sincero) pasando por el cumplidor de la parentela, que en una larga inspección al pequeño ha observado acertadamente que la frente es igualita a la de la recién estrenada mamá, mientras que la mueca del bebito cuando sufre el emerger de una flatulencia a la vez que levanta el brazo izquierdo, es de un parecido innegable al aturdido papá, normalmente los parecidos menos afortunados son siempre para el progenitor.
Inevitablemente llegamos después al trance de la calibración del ya sufrido rorro. 

 Esta fase es normalmente inaugurada por las abuelas en una carrera similar a la de la apertura de unas rebajas (pero más comprensible por su recién estrenado rango de “Yayas”) para tener en sus brazos al angelito, el cual comienza ya a sufrir cierto aborrecimiento, pues el pobre estaba tan cómodo en la tripita de mamá… y ahora se encuentra en el carrusel de los brazos de la familia tras los lógicos comentarios del tipo “que tranquilito es”, cuando lo cierto es que está en un intento desesperado de evadirse de una realidad a la que ha sido arrojado sin preaviso.

  ¿Quién se ha tomado la licencia de sacarle de su cálido descanso para llevarle fuera de su mamá y someterle a semejante estrés?, el pobre no se acerca siquiera a imaginar donde se ha metido.
 Otra etapa de este primer día frenético en el mundo exterior, es la de la ver que todo está en su sitio y funciona correctamente pero ¿es necesario?, ¡¡si ya se lo han hecho al pobre en su primer minuto en el mundo exterior!!, pero no debe ser suficiente, así que le toca someterse a todo tipo de movimientos más propios de una sesión de spinning que de un reconocimiento médico.
Comenzamos con movimientos sistemáticos de los brazos, seguidos por cadera, piernas y así con todas las partes de cuerpo que se puedan imaginar, incluso algunas desconocidas hasta el día de hoy por los asustados y noveles padres, todo esto entre sonrisas de los asistentes mientras contemplan el desmontaje del protagonista del día.
Uno de los padres por fin sale de su letargo y alza una protesta por la sesión gimnástica a la que es sometido el pequeño, acallada inmediatamente por algún ilustrado y desnaturalizado agregado con un comentario tipo “tranquilo, que no se rompe”, ¡Ya ves el listillo!. Este no suele ser familiar directo…
Tras ser rescatado por los brazos de papá y recuperar cierta tranquilidad, llega la hora de comer y acurrucarse en el pecho de mamá, momento esperado por el retoño en este mundo en el que aun no le dejan acomodarse.
 Este acontecimiento suele ser un poco incómodo para la aún confundida madre, ya que los asistentes desean presenciar el tierno evento, hasta que el avispado agente del CNI en un alarde más de su capacidad de atención y anticipación a situaciones peligrosas, evita un ambiente incómodo a los padres invitando a los asistentes a tomar un poco el aire, dejando a éstos la intimidad que la circunstancia requiere, momento que no debe ser fácil para la criatura, pues otra vez se empeñan sus padres en ponérselo difícil, ¡¡¡Vamos a ver, si antes me alimentaba sin esfuerzo alguno!!!, ¿porqué ahora debo trabajar para ello?
Una vez realizada la cansada y dura tarea de alimentarse por primera vez llega otra nueva tortura, ¡¡¡El cambio de pañal!!!. Esta arriesgada maniobra suele ser realizada por el intrépido padre en un alarde de caballerosidad hacia la convaleciente y aún agotada mamá, demostrando así a familiares y amigos su enorme apoyo e implicación en las tareas domésticas.
Todo este despliegue de colaboración se realiza bajo la atenta mirada y control del elenco de familiares altamente experimentados en el escatológico arte del reciclaje y limpieza de excreciones de recién nacidos, primero pasamos a la tarea de acomodar a la criatura en una posición apta para la misión, observando cuidadosamente el estado del pañal que trae de fábrica el bebé (pues debió nacer con él) para no quedar en una situación comprometida al colocar el nuevo apósito. 

 Tras retirar los adhesivos y apresar al bebé sometido al experimento por los pies cual pescadilla para descubrir el “pastel”, el papá procede (echando de menos un tercer brazo) a limpiar la zona cero con una toallita húmeda entre aclamaciones, vítores y comentarios de todo tipo por parte del círculo de presentes en la peligrosa maniobra. 

Otra difícil decisión es donde depositar el pañal y las toallitas usadas al efecto, pues si se deja en la cama puede ser considerado una falta grave hacia la mamá, por lo que carente de toda utilidad es descartado y sometido a nueva valoración para buscar con la vista un recipiente adecuado. Tras varios segundos de indecisión y meditación al respecto, de repente el papá se percata de que los elementos nocivos han desaparecido de sus manos gracias a la ayuda inestimable de algún titán anónimo, por lo que se procede a la no menos comentada y arriesgada maniobra de colocación del nuevo apósito, asumiendo el elevado porcentaje de probabilidades de colocar la contraportada en primera página, acto este con el que se rompe la tensión entre aplausos y aclamaciones al héroe del momento.
 Por fin, una vez superadas estas primeras etapas tanto por los afortunados papás como por el martirizado bebé, llegó la hora de descansar hasta dentro de…, Dios mío, los nuevos papás se acaban de dar cuenta de que estas arduas tareas serán constantes a lo largo de las 24 horas del día; pero una sensación inexplicable les recorre el cuerpo al besar al recién llegado a la familia, y lo que hace un momento se antojaba peliagudo, de repente, se torna ahora ilusionante. 

- J.L. Solís.-

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