lunes, 25 de julio de 2011

HUMOR Y PERIODISMO

Cada día tenemos la oportunidad de acceder, en programas de radio o televisión, en las columnas de algún semanario o en las viñetas de los diarios, a otro tipo de periodismo al que nos tienen acostumbrados los noticiarios.

Son esos periodistas, que hacen preguntas incómodas, y no me refiero a los paparazzi que persiguen a los famosos interrogándoles sobre su última conquista, sino a esos otros que se salen de la norma y plantean cuestiones en tono jocoso que en programas serios no tienen cabida. Es una forma de plantear con humor las noticias graves, y entre chiste y chiste dejar caer verdades que los demás se callan.

También son esos periodistas que hacen chistes para que la gente reflexione y nos hacen gracia sus ocurrencias siempre que no seamos nosotros el blanco de sus sátiras. Políticos de escasa catadura moral y empresarios enriquecidos con abusos suelen estar en su punto de mira, aunque también la gente de a pie con sus miserias diarias.

Y existe ese otro periodismo que no es sólo verbal, su mensaje queda expresado en forma de viñetas de humor gráfico en los periódicos y revistas, y son pocos los diarios que no cuentan con ellos, porque la mayoría de las veces su crítica mordaz no provoca risa sino una seria reflexión. Eso es la caricatura, una exageración de la imagen, un retrato distorsionado que es el espejo curvo en el que el humorista-periodista hace reflejar la realidad.

Muchos humoristas que hacen su viñeta diaria en el periódico, y también aquellos que hacen su columna diaria o semanal con el toque de burla y sátira hacia lo establecido y lo políticamente correcto no se consideran a sí mismos “humoristas”, a lo sumo “ironistas gráficos” (como me comentó uno de ellos al visitar su exposición y contemplar sus dibujos llenos de crítica social).

Lo cierto es que el periodismo de humor es una especialidad difícil, que requiere de una inteligencia emocional profunda, y que no cualquier persona es capaz de desarrollar. Tener la valentía de dedicarse a realizar este tipo de crítica social tiene mérito, porque el humor es un factor de cohesión entre individuos pero también puede crearte enemigos (que se lo digan al autor de las famosas caricaturas de Mahoma) porque cuando miras una caricatura o una viñeta no estás contemplando sólo una obra de arte, estás recibiendo el mensaje que el dibujante ha escondido entre sus trazos.

El único requisito esencial para que ese mensaje llegue es que el receptor debe poseer la inteligencia suficiente para leer entre líneas. La popularidad de las publicaciones de humor que surgían durante las dictaduras estaba en que conseguían escapar casi siempre, con su sutil ironía, al férreo control del obtuso censor de turno.

Los periodistas humorísticos juegan con la transgresión, rompiendo con lo convencional, es cierto que muchas de sus historias suelen tomar partido ideológicamente hablando, pero consiguen activar la empatía del lector, que reacciona con la sonrisa. El consuelo del pueblo llano es ver ridiculizado al que abusa de su poder, al corrupto y al injusto, quedando convertido en objeto de escarnio.

El periodismo y el humor son dos ciencias que juntas se complementan y revalorizan; jugando con el equívoco, la ironía y el doble sentido desgranan las vivencias cotidianas mundiales y nos ayudan a engrasar la maquinaria intelectual que escondemos dentro del cráneo, en definitiva, cumplen la función social de entrenar a nuestro cerebro evitando que se idiotice.

Prestemos atención a lo que estos profesionales nos reportan cada día, nos regalan un sentido más a los que ya poseemos: la visión crítica de nuestra realidad, un punto de vista diferente para poder contemplar nuestro mundo desnudándolo de convencionalismo, y embelleciendo en muchas ocasiones nuestro rostro con el producto de belleza más barato y eficaz: la sonrisa.

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