martes, 5 de julio de 2011

"UN CULO INQUIETO" ERMENGOL VISTO POR PAU ECHAUZ

Hoy queremos reproducir aquí una entrevista que se publicó en el diario la Vanguardia el 4 de julio, sobre uno de los autores más polifacéticos del mundo humorístico actual, Ermengol, autor del que ya habíamos hablado en alguna ocasión en este blog. 
Trabaja con el humor gráfico pero se atreve con la escultura de un modo muy especial: transformando la realidad, camaleonizando un objeto de uso cotidiano y convirtiéndolo, cual calabaza de Cenicienta, en algo aun más bello. 
    MERCÈ GILI (FOTO)

Ermengol, nombre artístico por el que es conocido Armengol Francisco Tolsà Badia (Canals -Córdoba, Argentina- 1958) es un personaje que acostumbra a manipular sin muchas contemplaciones la realidad que le rodea. Empezó hace ya un cuarto de siglo publicando diariamente una viñeta de humor gráfico en el diario Segre de Lleida, miles de ilustraciones con las que ha demostrado su irreverencia hacia la moral y las buenas costumbres además de un sentido crítico despiadado y cruel contra los servidores públicos de cualquier ideología.
Ermengol es un tipo peligroso porque con sus dibujos y creaciones artísticas persigue que la gente piense, reflexione y en ocasiones sonría, aunque algunos le paran por la calle o le llaman por teléfono, angustiados, porque o no entienden nada o entienden demasiado. Ermengol destila el veneno de la ironía, de la denúncia, de la sátira, todo administrado en pequeñas dosis. Digamos que es un especialista en recordarnos que los emperadores acostumbran a ir desnudos. 
No contento con manipular y criticar sin ningún reparo las miserias y grandezas de una capital periférica mediante el dibujo y la ilustración, Ermengol ha dado un nuevo salto a las tres dimensiones, una forma de superar los límites de la viñeta y se dedica desde hace unos años a reconvertir objetos, a jugar con ellos con animo de engaño no exento de ingenio. Todo empezó cuando la galerista Roser Xandri le pidió que se atreviera a dar un salto más allá de la ilustración gráfica. Desde la cabaña que Ermengol tiene en Sant Llorenç de Montgai, junto al río Segre, pueden observarse multitud de piraguas y canoas que al mando de esforzados piragüístas se desplazan contra corriente o se dejan llevar. “Mirando las canoas se me ocurrió que detrás de ese diseño estilizado y elegante, había otras formas que era necesario descubrir”. Así nació Kayart, una serie de quince canoas de fibra de vidrio que Ermengol transformó en un ataud, una estilográfica, una barra de pan, una lámpara de Aladino, un huevo frito, un plátano, una flauta, unos labios o unos bongos, entre otros “delirios mentales”. 
Después de haber llevado sus canoas al Salón Naútico de Barcelona, al Museo Olímpico, a la Expo de Zaragoza, a Utrecht, en Holanda, y Liubliana, en Eslovenia, Ermengol se fijó en las bombonas de butano, un objeto que está desapareciendo del paisaje urbano, de color extremo y que ha reconvertido en tubo dentrífico, en jaula, en calavera, en salchichón, en pelota de basquet, o en dos senos femeninos. “Desde pequeño, en que descubri al cura del pueblo durmiendo en la cama con la profesora de piano, siempre he sido consciente de que las cosas no siempre son como nos las presentan o como nos las dicen. Por eso me gusta jugar con los objetos, dar una respuesta artística a la ley universal que dice que la materia ni se crea ni se destruye, solamente se transforma”. Una bombona es también un melón, un buzón de correos, una camisa de marca o una bomba. “El gran fotógrafo Joan Fontcuberta tiene una frase en la que dice que `todas las cosas pueden ser más de lo que son en realidad', y creo que la aplico correctamente, sólo acelero la transformación del objeto”. En estas intrerpretaciones hay humor, también un cierto lirismo y denuncia. “Me gusta pensar que los que contemplan mi obra van a sacar alguna conclusión, que vean que de la misma forma que una bombona puede ser también un salchichón, la sociedad sigue dando más importancia a las apariencias y estas, engañan”.
Ermengol está de acuerdo en que sus canoas y bombonas beben de la distorsión dadaísta, del ready made de Duchamp y de los poemas visuales de Brossa, y sin embargo se están exponiendo en grandes citas deportivas y sociales, nada de galerías de arte, con la excepción de Espai 33 de Lleida donde fueron presentadas en público. “Siempre se dice que el arte es para élites o minorías selectas, pero mis canoas han sido expuestas en grandes concentraciones de masas y con éxito. No acostumbro a plantearme grandes exigencias intelectuales en aquello que hago, sólo que me guste, que me convenza y que pueda llamar la atención del espectador. Creo que es un exito hacer una exposición para disfrute y goce de la gente que no va nunca a ver las exposiciones. El arte es una palabra muy respetable”. Ermengol no olvida que para materializar sus sueños transformadores necesita de sus amigos, como Carme Adell, Josep Castellà, de la Escola Ondara de Tàrrega o la pareja de escultores formada por Miguel Ángel Gonzalez y Lily Mayer. Actualmente, una de sus bombonas se expone en Shangai. 
Ermengol se define a si mismo como “un culo inquieto”. Además de su dilatada trayectoria como humorista gráfico ha cultivado la caricatura, la ilustración, la escultura y la poesía visual, además de ilustrar unos veinte libros y dirigir la colección “Historia del Humor Gráfico en América Latina”. Se proclama deudor de Quino, de Chumy Chumez, del Roto o el Perich y en la pared de su estudio está colgada la placa que le acredita como ganador, en 1993, tan sólo siete después de su llegada a Lleida huyendo de los milicos albicelestes, del prestigioso premio Mingote que anualmente concede el diario ABC de Madrid. No contento con todo eso, Ermengol es ahora mismo el presidente interino de la Organización de Vecinos de Pardinyes, su barrio y miembro fundador del Centro Latinoamericano de Lleida y de la Mostra de Cinema Llatinoamericà. Por lo visto no tiene suficiente con zaherir políticos politicamente correctos mediante sus dibujos sino que se dedica a agitar y participar en la vida social y cultural de su ciudad. En definitiva, un tipo peligroso que debería ser objeto de vigilancia discreta. Acostumbra a decir lo que piensa.

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