Que levante la mano el que se libró del castigo del profesor por un inexplicable ataque de risa! ... no veo ninguna...ni fijándome bien.
Ahora ya sabemos porqué fue injusto ¡no pudimos parar de reír, aunque hubiéramos querido! Está impreso en nuestros genes, como las letras en los periódicos; fueron nuestras neuronas espejo las que nos hicieron soltar la carcajada en el momento más inoportuno, al comprobar que nuestro compañero de pupitre, con la mano en la boca y la cara más roja que un tomate, trataba de reprimir la risa.
La risa es uno de los modos de expresión humana más universal, y tiene una característica que comparte con el bostezo y la gripe: es altamente contagiosa. Esta cualidad es la que la hace tan apropiada para practicarla tanto en terapia individual como en terapias de grupo.
Para encontrar una explicación a su fácil contagio, muchos investigadores han realizado experiencias con pacientes a los que sometían a diversos experimentos. De hecho, en los últimos 150 años, los científicos cognitivos, los psicólogos y los neurocientíficos han estado estudiando el porqué somos capaces de contagiarnos, no solo de la risa, sino de cualquier otro sentimiento, como cuando vemos una película y nos sentimos embargados por la emoción que sienten los personajes. Esa empatía (sentirnos como ellos se sienten) tiene una explicación.
Según descubrió el grupo de neurofisiólogos dirigidos por el profesor Giacomo Rizzolatti, de la Universidad de Parma, que las identificó por primera vez en monos, existen ciertos grupos de células especiales en el cerebro, llamadas NEURONAS ESPEJO que nos permiten entender a los demás. Estas células son el núcleo del modo en que vivimos la vida, nos vinculan entre nosotros, no sólo desde el punto de vista mental sino también emocional.
Tenemos una área en el cerebro que podríamos llamar “cerebro social”, en la que las neuronas espejo detectan las emociones de nuestros semejantes. Cuando estas células detectan risa, reaccionan en consecuencia preparando a los músculos faciales para reír y generar todos los procesos posteriores (carcajada). Asombrosamente estas neuronas realizan dos funciones: perciben un estimulo y generan una respuesta motora, cuando lo habitual es que sólo perciban o sólo generen la respuesta.
Debemos a estas neuronas, por tanto, la capacidad de contagiarnos la risa, y esto es así porque nos genera beneficios muy importantes, en la naturaleza nada superfluo sobrevive a la evolución.
La risa tiene la capacidad de penetrar la mente y el cuerpo, estimulando los sentidos, despertando emociones y facilitando respuestas fisiológicas y psicológicas.
Como herramienta terapéutica tiene un efecto muy importante a nivel psicológico, puesto que ayuda a establecer y fortalecer la relación terapeuta/paciente en caso de personas con falta de comunicación por tener dificultades de expresión, que no son verbales o que sufren algún trauma psicológico. La risa puede ayudar a que estas personas con dificultades tengan experiencias sociales placenteras y positivas.
La terapia de la risa, risoterapia o geloterapia ha sido clasificada como una medicina complementaria y alternativa, junto con otras que también utilizan la capacidad de la mente para afectar a los sistemas y funciones corporales. Y también puede ser utilizada a la inversa, es decir, utilizar las capacidades de los sistemas y funciones corporales para influir en la mente. Ejemplos de estas disciplinas que pueden ser utilizados de dos formas los encontramos en el yoga, tai chi, musicoterapia, psicología positiva, meditación, hipnosis, relajación, arteterapia, e incluso en la terapia cognitiva conductual.
La risoterapia es completamente natural aunque puede tener contraindicaciones, por ejemplo, en pacientes con hipertensión severa, hemorroides activos, problemas cardiacos severos, ó dolores de vejiga.
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