martes, 8 de marzo de 2011

LA RISA Y LA MEDICINA

La risa debería ocupar cómo mínimo cinco minutos completos de nuestro día, aunque en la práctica sólo los niños ríen a menudo.

Desde la cuna los bebés sonríen y en poco tiempo dan sus primeras carcajadas, esas tan tiernas, como los gorjeos de un pájaro, que hacen que se nos humedezcan los ojos al oírlas.

Los niños con cinco años ríen más de trescientas veces al día, pero poco a poco influenciados por los mayores, se van convirtiendo en personas serias, y cuando alcanzan los veinte apenas ríen veinte veces al día. Alcanzada ya la madurez, educados para no parecer despreocupados, vamos olvidando esas risas en los cajones de casa, con las películas de los hermanos Marx, porque la sociedad desconfía del sonriente y mira raro al que se ríe si no ven la causa concreta.

Por eso la medicina de la risa tiene como principal desafío su aplicación en la práctica sociolaboral y profesional. La comunidad científica, en su conjunto (pues hay fantásticas excepciones), es reacia a la aplicación de la risa como herramienta terapéutica alternativa, “no se acaban de creer” que sea efectiva, y prefieren la prescripción de un fármaco antes que correr el riesgo de aplicar la risoterapia.

Sin embargo, como veremos ahora, las ventajas de esta terapia son tan grandes que si de verdad sopesaran los pros y los contras no tendrían dudas en aplicarla.

- Ventajas económicas: A diferencia de otras terapias, el uso de la risa puede ser implementado fácilmente y la relación coste – efectividad es sumamente ventajosa en la atención sociosanitaria.

- Ventajas en el ámbito clínico: Puede utilizarse con orientación preventiva o como opción terapéutica complementaria o alternativa de otras terapias establecidas.

- Ventajas en el ámbito social: Intervenciones preventivas destinadas a potenciar los beneficios de salud en el entorno laboral, comunitario, familiar o personal.

Pero para ofrecer a los pacientes los beneficios de la terapia de la risa, los profesionales sanitarios deben recuperar su propia risa, rompiendo con las barreras de la medicina tradicional y aprender las técnicas necesarias para facilitar esa risa a sus pacientes.

Romper esas barreras, no sólo de escepticismo sino educacionales, es una tarea ardua pero merece la pena porque la risa merece su propio lugar, no sólo en el día a día, sino en la práctica médica actual.

Por eso debe promoverse la formación de los profesionales sanitarios tanto de los que ya ejercen (con programas de formación específicos) como los actuales estudiantes con la inclusión de asignaturas relativas a la risoterapia en sus planes de estudio (un ejemplo a seguir lo encontramos en la Universidad de Lleida, con una asignatura para los estudiantes de medicina “El humor como herramienta terapeútica”) para conseguir integrar la terapia de la risa en la medicina convencional.

Aunque ya empezamos a tener noticias de trabajos de investigación con la terapia de la risa como sujeto activo, debe fomentarse la investigación clínica con la obtención de apoyos económicos, y no solo de soporte público sino también privado. Esto abrirá nuevos caminos a una terapia que tiene mucho por aportar.

Si conseguimos formar a los profesionales de la medicina, diseñar guías prácticas para su aplicación y conseguir que se pongan en marcha programas y técnicas de intervención creando los instrumentos de evaluación necesarios para su control, estaremos dando un paso de gigante hacia una nueva forma de entender la medicina, más humana y empática, orientada a la prevención.

De nuevo la sabiduría popular viene a darnos razones: “Más vale prevenir que curar”.

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